Siempre sentí que eso de "tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro" no se refería a una serie de acciones de forma tan literal como muchas personas creen con fervor. No siempre lo evidente es lo "cierto" y es justamente en los refranes populares en los que se encuentra una enorme sabiduría condensada en ejemplos simples y llanos.
La analogía, tan cotidiana para quienes vivimos mágicamente, es una forma habitual para la explicación de lo simple. Si vemos más allá de lo evidente, estaremos más conectados a la esencia de eso que sucede, y si nos conectamos a su esencia, podremos entenderlo, aceptarlo, modificarlo, potenciarlo, etc. según sea el caso pertinente.
Entonces, con respecto a este refrán tantas veces escuchado a modo de sentencia (porque quien no haga estas tres cosas se supone que habrá pasado por este plano sin sentido alguno) les comparto mis apreciaciones.
- tener un hijo se refiere a cuidarnos y ayudarnos a crecer con el mayor amor, como lo haríamos con el niño pequeño más amado de todos, el propio hijo. Es cuidarnos y protegernos. Amarnos, comprendernos, mimarnos. No ser tan exigentes y valorar cada uno de nuestros esfuerzos. Es crecer sin dejar la inocencia de ser niños.
Plantar un árbol:

- escribir un libro. Aquí es donde tomaremos nota de todo lo que nos ayude a crecer. Es un libro de quehaceres diario, con los aprendizajes por vía del amor y del dolor. Es un libro para legar, pero no un legado para el reconocimiento de todo el mundo, sino uno que nos permita fortalecer las luces e identificar las sombras para iluminarlas. Ese legado es un legado para el propio ser...
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